Escribo esto mientras escucho canciones de Pignoise y de Luis Miguel al otro lado de la ventana. Hay gente aplaudiendo, en teoría por la heroicidad de nuestro personal sanitario (aunque yo no he escuchado absolutamente nada ahí afuera que me haga pensar eso). La primera vez que oí aquello me pregunté si estaría Esperanza Aguirre aplaudiendo en su ventana después de promover los recortes a la sanidad pública, y no sólo eso: después de caminar mascando chicle entre ese mismo personal sanitario, riéndose de sus protestas ante la privatización. Pagadas para montar follón, dijo.
Unos días después me enteré de que nuestra querida presidenta estaba siendo tratada de Covid… En un hospital público. Yo soy demasiado educada como para reírme de éste tipo de ironías, pero supongo que la vida no lo es tanto. El problema es, creo yo, que la vida no va a hacer justicia con todas las que hay como ella ahí afuera.
“El cariño se sintió en todas las ciudades y rincones del país”, dice la Sexta. “El aplauso en Madrid parecía no tener fin”, se atreve a decir AS. Si bien es cierto que ahora los médicos – porque quién va a pensar en personas aún mas invisibilizadas que ellos como las enfermeras o, ¡incluso! el personal de limpieza – son alabados en todas y cada una de las conversaciones, yo puedo afirmar que el aplauso en Madrid tiene un fin muy marcado: le doy, como mucho, unos meses después de la pandemia. Y que no nos sorprenda si el final llega antes, si en unas cuantas semanas se vuelven a proponer recortes en sanidad o la privatización de unos servicios que me gustaría saber cuántos y cuáles de los votantes serían capaces de pagar ante una pandemia como ésta. “Stop being poor” dijo Paris Hilton. Y si lo eres, atente a las consecuencias.
Al fin y al cabo, los contratos que hoy les queman en las manos a los que dirigen el cotarro volverán a desaparecer en cuanto los médicos dejen de ser “héroes”. Al igual que lo que sucede por la privatización de la vivienda – un tema más complicado pero igual de repugnante -, ahora sobra lo que antes faltaba.
No son pocos los médicos que llevan más de 10 años firmando un contrato nuevo cada tres meses, no son pocos los que sueñan con conseguir una interinidad (y una plaza en propiedad es algo de cuya existencia seguimos dudando). No son pocos los que se quejan de que urgencias lleva años convirtiéndose en un monstruo sin personal que lo controle. No son pocas, en general, la precariedad sufrida y las quejas echadas a un sistema que invisibiliza sistemáticamente cualquier cosa que no implique ganar dinero, así sea jugando con la vida de las personas.
Lo mejor de todo es que se trata de una sociedad que después de no poner un pie en la calle ni una palabra en el aire en apoyo del personal sanitario nunca, tiene de pronto ganas de salir a aplaudir por ellos. Lo mejor de todo, por no hablar de algo tan amplio como la sociedad, es que ocurre en mi ciudad: una que ha regalado más de 700 mil votos hace un par de meses al partido de la mencionada Esperanza. La misma derecha que exige que se utilicen todos los recursos en esta crisis es la que lleva a 45 de sus diputados al Parlamento, poniendo fin al acuerdo para limitar la presencia en este y llevándose por delante toda consideración a las indicaciones médicas propuestas. No son los únicos. Con el cuento de “defender unos derechos en peligro de ser vulnerados”, hay quien adquiere demasiado poder tras las crisis… Y lo más preocupante es que sigamos sin aprender de la historia: esta pandemia no sólo no va a concienciar a nadie, si no que va a hacer que los inconscientes lo sean aún más.
En absoluto me sorprende, entonces, que se trate de aburrimiento y autocomplacencia sentimentaloide – “admiramos a los médicos, pero tranquilo, solo a los médicos y sólo durante las pandemias mundiales” – que además quedan genial en la storys de Instagram. Algo habrá que hacer para no aburrirse, y recurrir a los que siempre están pero nunca se ven (y que nunca se van a ver, porque los hay que no quieren/pueden dejar plantas de un hospital sin atender) es una apuesta segura.
Y ante la precariedad laboral, y ante la disminución de salarios, el Gobierno ha considerado buena idea nada más y nada menos que imponer un año más de MIR a la formación de algunos médicos residentes. ¿Que qué implica esto? Tener a especialistas cobrando como residentes, algo que ya ha sido denunciado entre otros por la Sociedad Española de Medicina Interna. Ah, qué heroicos, qué imprescindibles son nuestros médicos…
Valen dice
Se puede decir más alto pero no más claro. Gracias, Lucía, por regalarnos estas reflexiones y recordarnos que de aquellos polvos vienen muchos de estos lodos. Que nos sirva de lección a los que no nos vayan quedando por el camino aunque como tú, creo que tocará seguir padeciendo a nuestros políticos porque son el reflejo de la sociedad.