– Carajo!
– Mierda …puta madre! (susurrando)
– Se va a morir…..!
– Llama a los torácicos y al quirófano!
– No va a llegar…
– Ponerle otra vía en el otro brazo y salino a chorro!
– Pediste la sangre?
– Sí
– Mierda….
– Qué?
– Esto no para de sangrar…. Debe estar roto más arriba……
El cuerpo estaba totalmente destrozado, pero aún vivo.
Tenía la pierna izquierda doblada en 3 partes, cual muñeca rota. Pero en este caso los huesos estaban a la vista y el pie había que cogerlo con las dos manos para que las tiras de piel que lo mantenían unido no terminen de romperse.
La ingle izquierda era un manantial rojísimo y abundante, que no paraba de empapar todo alrededor y que no había forma de contener.
El resto del cuerpo parecía un saco palidísimo e inerte, pero por alguna razón, su corazón aún latía; aún latía. Y eso nos daba ánimos….
La cabeza era una maraña de pelos sucios y terrosos, aunque salvo algunas rozaduras, no tenía lesiones grandes evidentes, pero probablemente las tuviera, dado que permanecía impasible o mas bien inconsciente al dolor que le producíamos con todas las maniobras que hacíamos a la vez. Serían los terribles traumas sufridos o la vida que se le iba a cada borbotón de sangre….. Un poco de todo.
El impacto fue brutal. Un Rinoceronte contra un ratón.
Había intentado cruzar, o mejor dicho, cruzó la carretera justo delante de un tráiler de carga.
Y por alguna razón, para bien o para mal, su cuerpo no salió despedido varios metros con el impacto. Quizá por el frenazo del conductor o por la maldita o bendita providencia, acertó a ser engullido bajo las ruedas del mastodonte….
Terrible solo de imaginarlo.
–
– Avisar a Qx que estamos subiendo!
– Así, sin más?
– Sin más, que se muere…!
Corrimos 4 o 5 personas con ella. Arrastrando la camilla, dándole al ambú para que respire, sujetándola a los lados. Y yo. Yo que tenía que apretar con todas mis fuerzas esa ingle izquierda para que su vida no se me escapara entre los dedos, en las compresas empapadas.
– Aprieta fuerte! Aprieta!
Las puertas del quirófano se abrieron violentamente y pasamos como una exhalación a la zona estéril, que de estéril tuvo poco en ese momento. Entramos con las batas hasta pasarla a la mesa de operaciones y alguien me sustituyó en la presión de esa ingle para ir a ponerme ropa de quirófano.
Todo sucedía tan rápidamente que pasaban decenas o quizá cientos de cosas en un minuto. Gente corriendo de aquí para allá, gritando, animando; concentrados y serios.
Visto desde fuera podría parecer un mercadillo, pero era en realidad una complicada coreografía improvisada mas no falta de sentido, donde cada quién buscaba completar la armonía y componer lo incomponible …
….
Después de pintar con Betadine rápidamente todo el cuerpo casi, la barriga era ya una mancha marrón y azul, abombada. pero aún la ingle brotaba rojísima, aún. Quizá para decirnos que aún no se había ido. Quizá….
– Abrimos abdomen.
– Aspirador, compresas!
–
– Qué?
–
– Carajo, mierda! (Susurrando)
-Que?
– Está parando…
Poco importaba ya la esterilidad. Nos montamos por turnos sobre ella a hacer compresiones torácicas, mientras los anestesistas intentaban hacer magia para salvar lo insalvable…
– Salió!
– Taponar la pelvis
–
– Sigue empapando las compresas…!
– Más compresas!
– Va a parar de nuevo!
– …
– Paró!
– Vamos, más masajes!
– Vamos!
– Vamos!
…..
……
Y la coreografía se había detenido. Solo había ahora un actor principal con la luz del anfiteatro en él. O más bien 2 actores: él y ella.
En una lucha a punto de perder te aferras a lo poco que te queda, o a lo poco que puedes hacer aún ante lo inevitable.
El silencio se había apoderado de la estancia y todo se congregaba en su pecho.
– Reemplazarme…
– Déjalo…
– Seguro?
– Déjalo…
– …..
– Mierda! Mierda puta!
Había intentado cruzar la carretera sin ver que venía el tremendo camión. Porque sus ojos solo veían una imagen borrosa y su sentido no estaba con ella. El alcohol se lo había llevado…
– Déjalo!
– Puta madre!
Tenía 14 años.
Y se llamaba María…
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