El mejor regalo…
Cuando la conocí era pequeñita, muy pequeñita.
No pude saber si la quería, porque hay cosas tan grandes tan grandes, que no sabes donde comienzan y donde terminan.
Cuando tenía 5 años, nuestra aventurera cruzó 10 000 Km y la dejaron a mi cargo!
Pasamos un mes juntos y fue cuando la conocí de verdad, porque además solo estábamos los dos. Puede resultar risible, pero en ese mes la conocí más que en los años anteriores.
La despertaba a las 7 de la mañana y le servía 1 huevo cocido y un pan con alguna cosa. Ella veía siempre un programa del cual no recuerdo el nombre, pero que le encantaba. Y esperábamos a que termine para salir volando cada quién a su lugar.
Nunca dijo nada de ese nuevo colegio, de esas nuevas personas que la acompañaban hasta las 6 de la tarde. Nunca se quejó. Porque algunos solo saben reir. Y me esperaba siempre, riendo.
La recogía del cole y la llevaba a casa; comíamos pizza del super, leche y/o huevos fritos. Y tan contentos jeje!
Eramos felices!…
Hoy han pasado unos años más y cada vez que veo las fotos de esa época me sorprende lo mucho que ha cambiado!
Pero sigue siendo la misma a la vez.
No me di cuenta que era padre hasta un tiempo después de tenerla en brazos. Creo que en mi caso, ese sentimiento lo aprendí; o quizá lo descubrí. Es como encontrar dentro de ti sentimientos que no sabes que tienes. Allí, escondidos.
Es decir, quizá la mayoría de las chicas tienen siempre el chip encendido de la maternidad y los niños; pero en mi caso, yo no tenía ese chip encendido jeje! Creo que apareció como una nueva instalación!
El caso es, que he aprendido mucho desde ese día; desde el día que la ví y ella me vió y yo no supe que hacer ni que decir; simplemente la miré , quizá un poco extrañado de no llorar, como se ve en las películas, pero allí comenzó nuestra historia.
Aprendí a ser padre, a ser mejor persona, a tratar de ser mejor y de tener un motivo más para sonreir cada día.
Y ahora es grande…
Ahora es más hábil y más fuerte. Pero yo la tuve en brazos ese primer día, cuando aún tenía que cargarla y protegerla; y aprendí a conocerla, y aprendí a quererla.
Sí, me enseño a querer. A querer de esa forma como solo puedes querer a un hijo; y que alguien que no los tiene no puede comprender. Yo lo sé.
Qué puedo regalarle a quién me ha regalado mucho más? A quién me da cada día más de lo que puedo devolverle?
A quién me ha enseñado a querer?
En lugar de regalarle algo, ella ya me ha regalado cada día desde entonces el mejor de los regalos: Su Sonrisa.
Y yo estoy en deuda…
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